jueves, 1 de mayo de 2008

La línea 127 es una poronga (chota)

La línea de colectivos 127, que une Boedo con Don Torcuato, está a cargo de la empresa DOTA desde hace ya una década: primero, cuando se hizo cargo de la prestataria anterior, Autolíneas Argentinas, mantuvo esta razón social dentro de la órbita de su empresa controlada Los Constituyentes. Luego unificó todas las líneas con las que monopoliza el corredor José León Suárez-Villa Ballester-San Martín-Chacarita con la razón social de Los Constituyentes.
Actualmente presta su servicio con alrededor de 48 coches, muchos de ellos en el límite de la legalidad en cuanto a su antigüedad: de hecho, varios ya circulaban con la antigua prestataria. Su estado en general es lamentable, tanto que muy a menudo se ve al auxilio reparando unidades que han quedado fuera de combate, o a muletos de la línea 78, tan viejos como los de la 127, cubriendo alguna baja. (Rezá para que no se quede a las ocho y media de la noche en Campos y Constituyentes). La línea 41, que tiene un recorrido más corto, poseía 68 coches y acaba de aumentar su flota hasta los 73. La 126 ha llegado a 79, sumando 14 coches en una década; la 118, con un recorrido que no cruza la General Paz, está llegando a los 60; la 115, cuya operadora, TARSA, atraviesa graves problemas económicos, mantiene una sesentena de coches.
Con ese exiguo número de unidades, la 127, a comienzos de 2002, tomó el piso de la desaparecida línea 691, que iba de Constituyentes y General Paz hasta Villa Hidalgo por estación San Andrés: surgió así el ramal “Estación San Andrés”, que duró hasta 2007, cuando fue dado de baja sin avisar.
Además de sus negocios en el autotransporte urbano de pasajeros, DOTA es la importadora de los chasis brasileños Agrale, y ha incorporado estas pequeñas unidades en muchas de sus líneas. En algunas, como la 7 y la 23, cumplen su función más o menos aceptablemente, habida cuenta la modesta longitud de sus recorridos. En otras, como en la 101, son inapropiados, y siempre vienen llenos. En la 127 incorporó unos pocos coches chicos reemplazando ómnibus más grandes, como los OA 101 y el solitario OA 105 que tenían. Es decir, mantiene el número de unidades en circulación, pero reduce la cantidad de pasajeros que estas pueden transportar. Entonces, si a uno le toca la desgracia de tener que viajar en un coche pequeño, en la cuarta parada ya no encontrará asientos disponibles y deberá viajar de pie, apretujado, como mínimo hasta Chacarita, y seguramente también hasta la provincia.
Se trata, junto con Plaza, de los “pulpos” del transporte urbano, que basan su accionar en la escala del negocio y en la autoprovisión de unidades: DOTA ha comprado la carrocera Todo Bus para equipar los chasis Agrale, y Plaza fabrica el conjunto chasis-carrocería con la marca Puma. Además, tienen participación en otra de las patas del negocio, el mercado asegurador.
DOTA opera, sola o en sociedad con otras empresas, casi 30 líneas nacionales (5, 6, 7, 20, 21, 23, 24, 28, 44, 50, 56, 76, 78, 86, 87, 91, 99, 101, 106, 107, 108, 111, 117, 127, 130, 135, 146, 161 y 188), y Plaza, más de 15 líneas nacionales de corta distancia (a las originales 61 y 62, sumó la 36, 104, 114, 124, 133, 140, 141, 143; la 129, ex Río de la Plata, cuya licitación ganó en un modo “jaime-kirchnerista”; la 93, la 174 y las líneas que tenía la antigua Transportes del Oeste, incluyendo entre ellas la 136, la 153 y la 163), además de líneas en otras ciudades (como Bahía Blanca y Santa Rosa), de cada vez más recorridos de larga distancia y de su participación en la operación de ferrocarriles en el área metropolitana.
El negocio de estas empresas no es vender boletos, no es que el pasajero las elija, y entonces lo maltratan, aprovechándose de su condición de jugadores aventajados en el sector, apañados por un Estado que favoreció su crecimiento y calla ante sus prácticas, no solo en los 90, sino ahora mismo, cuando las subsidia generosamente sin evaluar la calidad del servicio, porque, en realidad, no es eso lo que está en juego ni lo que interesa.
Estas dos empresas fueron las principales beneficiadas del proceso de concentración que se dio en este negocio durante los 90, comprando líneas que no podían cumplir los cada vez más exigentes requisitos que ponía la autoridad competente, inflexible a la hora de hacerlos cumplir… a veces; o siendo adjudicatarias de concesiones caducadas a otras empresas en situaciones que muchas veces carecieron de transparencia y seguramente también de legalidad (la emblemática es la caída de la empresa Fournier: antes de que se le caducara la concesión, un grupo de empresas entre las que estaba DOTA tenía más 200 coches 0 kilómetro, pintados y con el número puesto, esperando que saliera el decreto. Y cuando un fallo judicial autorizó a Fournier a seguir circulando, las fuerzas de seguridad impidieron que eso ocurriera. A propósito, ¡cómo se añoran los servicios de la Fournier!). Asimismo, son expertas en manejos irregulares para los cuales tienen coronita: ponen y sacan de circulación servicios, ramales y hasta líneas, usan doble numeración interna en algunas líneas, utilizan coches sin habilitación; negocian con el gremio, alentando huelgas para hacer decaer el servicio de una empresa y quedarse con ella (por ejemplo, en la vieja 161); usan patentes truchas…
Así las cosas, DOTA y Plaza monopolizan ciertos corredores, pero no compiten entre sí, salvo en el caso de las líneas 107/114 y 93/130. DOTA se quedó con todas las líneas que circulan por General Paz, con todas las que van de Chacarita a Ballester y a Suárez, con las que cruzan Puente La Noria llegando a Budge, mientras que Plaza va a La Noria desde Rivadavia, a la vez que las líneas de DOTA que circulan por esa avenida no llegan al puente.
Esta cartelización, o monopolización por zonas, les permite abusar de su público cautivo ante la mirada ciega de las autoridades competentes. No sé cuánto peor tiene que ser el servicio para que se les quite la concesión a la 127, la 78, la 104 o a la 4 y la 49 (operadas por otra empresa importante, Ideal San Justo, que se caracteriza por el nulo mantenimiento de sus unidades).
¡Cuánto mejor sería el funcionamiento de la 4 o la 97 operadas por Cárdenas, prestataria de la 126! ¡Cuánto más cómodo se viajaría si la 127 incorporara los colectivos realmente necesarios para brindar un buen servicio, o si mandara coches chicos hasta Chacarita o hasta Villa Urquiza, los cuales podrían ir por Quintino-Gascón para evitar el congestionamiento de Colombres-Salguero! ¡O si pusiera un servicio corto desde provincia hasta la estación Los Incas! (¡O si pusiera en la 78 la cantidad y calidad de coches que tenía Transportes Los Andes en su buena época! ¡Y si repusiera todos sus ramales!).
Pero DOTA hace su negocio con los brasucas, se ahorra guita en los chasis, y uno viaja como el orto. Y como encima tiene plata y poder, pone ambos elementos sobre la mesa, compra TABA (la prestataria de la 130) porque le sirve a su cuasi monopolio, y no importa que el servicio decaiga cuando llene también esa línea de Agrales.
El que tiene plata hace lo que quiere. ¿El pasajero? ¡Que se joda!

1 comentario:

corazón bondiero dijo...

Y ahora DOTA tomó la 60…
Los “pulpos” tienen una matriz operativa: toman líneas sin estar en condiciones de prestar un servicio decente apostando a mejorarlo en un futuro, cuando sus negocios paralelos (la producción de TATSA, la de Todo Bus, la importación de Agrale o el ensamblaje aquí) lo permitan.
Mientras tanto, los usuarios, con el aval de la CNRT, padecen un mal servicio: a veces peor, a veces igual y a veces apenas mejor que el de la prestataria anterior.
Y esa apuesta a futuro tiene un riesgo casi nulo porque el grueso de la inversión lo hacen el usuario, con el boleto, y el estado, con el subsidio.