martes, 30 de diciembre de 2008

Besos entre hombres

Recuerdo que cuando Madonna vino a filmar Evita comentaba su sorpresa por la costumbre porteña que tienen cada vez más hombres de saludarse con un beso. Las primeras veces que vio la situación, pensó que los tipos eran trolos, hasta que la frecuencia le hizo notar que Buenos Aires no estaba llena de putos, sino que era una moda inventada por quién sabe quién.
En un libro de Héctor Chaponick (mucho gusto), encuentro una pista sobre el comienzo de este hábito: “A través de tu libro se siente la presencia de sombras amigas que vuelven como ayer, igual que siempre, con la inocencia, la bondad, la picardía sana o su mochila de tragedia, y la poesía hecha gesto en los brazos abiertos de par en par y el beso en la mejilla cuya liturgia les está reservada a los hombres de la noche”.
En la noche porteña de los años 40 o 50, en la época de la calle Corrientes que nunca dormía, los cabarutes donde tocaban las orquestas de tango y toda esa historia mitofosilizada, había dos cosas que corrían a lo pavote: la merca y la homosexualidad masculina. “Hombres de la noche” bien probablemente sea un eufemismo para referirse a lo que ahora llamaríamos “gente del palo”, y ese saludo, una contraseña; pero también, al mismo tiempo, una revelación de la propia condición ante los demás. Salvo que se utilizara en determinadas circunstancias, cuando la mirada ajena no tuviese tanto peso.
Tal vez desde allí se fue extendiendo concéntricamente, perdiendo parte de su contenido original; tal vez debido a cierto prestigio que da manejar códigos del submundo, como ocurre con algunas palabras marginales cuyo empleo busca dar cuenta de que el hablante conoce ciertos ámbitos.
Como sea, yo, siempre que puedo, doy la mano. Y si puedo evitar el contacto físico, lo evito. A menos que evidentemente se trate de una energía afín, cosa que no me ocurre con los hombres.
Además, ni siquiera es un beso: es un acercamiento de mejillas medio de cotelete, que solo a veces hacen contacto, y que, la verdad, no sé cómo hacerlo bien. Quizá esa sea la razón por la que trato de evitarlo. O una más de ellas.

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