jueves, 18 de diciembre de 2008

Estimulación prostática

A todos los pelotudos que tienen el auto preparado con escape deportivo –en especial unos que están de moda, en los que el diámetro se engruesa obscenamente en los últimos centímetros del tubo– se lo metería bien en el orto y empezaría a acelerar para que el calor y la vibración, e incluso las partículas del humo, les estimulen la próstata hasta que no puedan no acabar, de manera que les surjan hondas dudas sobre la virilidad que exhiben manejando sus autos tuneados, a los que aceleran hasta la erección y lustran como un ama de casa obsesiva, azuzados por las miradas babeantes de esas putas vocacionales que llevan en el asiento del acompañante, sentadas de costado para apreciar plenamente al power macho conductor, llegando a la antesala del éxtasis, en la que perderán noción del límite entre hombre y máquina, y no sabrán si chupar la pija o la palanca de cambios.

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