lunes, 7 de septiembre de 2009

That’s life

Ah, tengo que llevarle eso a mi viejo. Pero puedo ir mañana. ¿Voy hoy o mañana?
El pronóstico dice que mañana va a hacer mucho calor; mejor voy hoy. ¿Es por el calor o porque no puedo manejar la ansiedad ni siquiera en una boludez como llevarle los mails?
Vamos hoy. Tengo que llevar el disquete y las llaves de la oficina. Y monedas para el ciber.
Vamos.
En la esquina de casa se me viene encima un perro suelto y tengo que cruzar dos veces para esquivarlo. ¡Quiero vivir en una ciudad sin perros!
A las siete cuadras, más o menos, me paraliza la duda: ¿agarré el disquete que tenía que llevar o agarré otro? En realidad, la duda que me paraliza es la que surge cuando compruebo que en el bolsillo había un disquete equivocado. Por varios segundos me quedo mirando el cuadradito de plástico negro y tratando de tomar una decisión, mientras mi pose de Hamlet cibernético llama la atención de un tipo que está en un camión estacionado.
¿Vuelvo a casa a buscarlo o dejo todo para mañana?
El sol ya está subiendo y el sudor humedece mis axilas, pero decido volver, lentamente, para no chivar demasiado, y llevar el disquete donde tengo los mails que llegaron.
Un rato después vuelvo a pasar por el mismo lugar, y sigo viaje hasta el ciber. Allí estreno una de las sillas nuevas que pusieron, y estoy 48 minutos, porque fraccionan de 12 en 12. A los 47 me pregunto si me voy o si me quedo una hora. La respuesta es “vamos”. Garpo, y ahora sí me voy a la oficina de mi viejo. En vez de seguir por la calle de la esquina del ciber, llena de bondis, opto por evitar el humo y el ruido, y voy por la paralela. No importa que tenga que caminar un poquito más.
Me agarra el semáforo en la avenida; después cruzo, quedan tres cuadras…
Cuando llego a la esquina final, una señora que está comprando algo en la verdulería y el niño pequeño que la acompaña entorpecen mi camino junto con el verdulero. Para esquivarlos, me abro un par de pasos a mi izquierda, y miro al piso para ver el estado de la vereda.
Y en un solo movimiento noto que hay algo en el suelo, que parece un billete de 10 pesos, me agacho sin dejar de caminar y lo manoteo sin confirmar de qué se trata. Cruzo la calle rápido, pero no tanto como para llamar la atención, tratando de llegar a destino antes de que la mina note que le falta guita, de que vea el billete y lo reclame aunque no sea de ella, de que se dé cuenta de que no le alcanza para pagar, de que mi cabeza siga imaginando posibilidades.
Un apropiado encadenamiento de la cotidianidad me permite el mayor ingreso del mes. Y me recuerda de qué está hecha la vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De q esta hecha la vida)

Anónimo dijo...

era una pregunta.....

??????

Anónimo dijo...

De putas casualidades...

Anónimo dijo...

Pur(t)as causalidades....