miércoles, 31 de marzo de 2010

Imitación

A esa hora el cielo era azul subido, marino. Y el ámbar de las luces resaltaba manchones negros como pinceladas toscas copypasteadas de los descampados que flanquean las vías.
Casi dos horas de viaje hacen necesaria la recarga de combustible. Un jugo Ades chiquito que llevé en la mano todo ese tiempo. Cuando faltan dos estaciones, despego la pajita, la pelo tratando de no tocarla con las manos sucias, me ayudo con los dientes, perforo el círculo plateado, y empiezo a chupar.
Durante el tiempo en que me cargo del azúcar necesario para seguir en pie, me absorbe la inexorabilidad del negro ganándole al azul, oscuro, empetrolado, a través de la ventanilla. Aun así, registro que a mi derecha se sentó una mujer joven con un niño de unos dos años que no se queda quieto sobre su cuerpo.
Estamos llegando a la estación donde me bajo. Me levanto, y la mina tiene que esforzarse para dejarme paso, corriéndose ella, y corriéndolo al niño, que al fin se ha quedado quieto, recostado en su regazo.
Mientras yo me alimentaba mirando el color profundo, turquí, del cielo, parece que el pibe reparó en mí, parece que verme le disparó el apetito, o la imitación, porque, sereno y concentrado, él, prendido a la teta de su madre, también se alimenta chupando.

No hay comentarios: