lunes, 12 de julio de 2010

Anchoas y nueces

Descubrimientos así ocurren por casualidad. Al menos para un ser común, que no come o bebe algo e imagina con qué otra cosa la puede combinar.
Pero pasó. Pintó la voracidad que me ataca después de que apago la computadora y antes de bañarme para ir a dormir. Y había casi nada. Seguro que no había nada con harina porque, si no, no lo hubiera perdonado. Y me dediqué a las anchoas. Me gustan las anchoas. Mucho.
En un momento habré querido cortar la uniformidad de la textura, sobre todo porque estas –las Mar de las Nieves– son más firmes que las Ceuta o Melilla y no se deshacen en el paladar como ellas, formando esa pastita cruzada de espinas.
(Ahora me acuerdo de que alguna vez, después de comer anchoas, a veces espolvoreadas con picante de pizza, y a veces acompañadas por aceitunas, terminé ahuecando la mano y comiéndome la cantidad de semillas de sésamo que entran en esa concavidad).
Seguramente tampoco había sésamo. Lo que había, sobre la mesa, en una bolsita transparente, eran nueces peladas. Y me mandé un par. Y fue un descubrimiento, casi una revelación. Iban como trompada. La resistencia de la nuez, crujiente, contrastaba y se complementaba con las anchoas que, pese a ser más resistentes que las otras, ceden y se desarman entre los dientes. Y su astringencia hacía buen par con la untuosidad de la anchoa, con ese sabor áspero e intenso que deja la anchoa.
Así, el entusiasmo que provoca comer algo rico se potenció por el hallazgo. Y no podía parar. Cada anchoa y cada nuez me gustaban más que la anterior. Solas, me gustaban de antes. Las anchoas resucitan a un muerto, tienen un power único. (Es raro, porque las sardinas, sus parientas, no me gustan. Pero las anchoas… en pizza, con fideos, en sánguches, solas, ¡como vengan!). Y las nueces… Cosa extraña –y fantástica– las nueces: van bien con las anchoas y con el helado de dulce de leche…
Una cosa más. No tiene nada que ver, salvo por el lugar donde se compran, que es el mismo donde venden las nueces. Descubrí los higos secos. ¡Son una masa!

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