miércoles, 18 de agosto de 2010

Matrimonio (II)

Haciendo alarde de su conservadurismo, alguien dice que “el matrimonio es un contrato suscripto por dos personas que entra en vigor cuando el pene de una de ellas se introduce en la vagina de la otra. Si falta uno de esos elementos –dos personas, un pene, una vagina–, no hay matrimonio; solo hay una parodia, una truchada”.
Me llama la atención la ausencia de la necesariedad del amor o de algún otro sentimiento. Me llama la atención hasta que recuerdo que se trata de quien dijo que “más que ser feliz me preocupaba hacer lo que creía que debía hacer” y que en su matrimonio fue feliz, muy feliz, porque siempre hizo lo que creía que debía hacer.
Hasta que recuerdo que en sus memorias sólo se refiere a su hijx para mencionar las dificultades burocráticas que casi impiden que lx bautizara con un nombre extraño y para comentar las palabras del obstetra luego del parto, a partir de las cuales pronunció su idea sobre la felicidad y el deber ser.
En un caso y en el otro, pareciera que las cosas se conforman y se constituyen de una vez y para siempre. Que los hijos se tienen –porque hay que tenerlos–, y en el nacimiento se agota la xaternidad. Que el pene entra en la vagina y ya tenemos matrimonio –porque hay que casarse–, y no hace falta nada más; ni siquiera que siga entrando, que siga siendo aceptado, que siga siendo deseado.
Bueno, si hago memoria y recuerdo lo que sé de la vida de esa persona desde que se casó, y desde que fue xadre, sí, piensa eso: que con una vez alcanza.

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