lunes, 28 de marzo de 2011

Miedo

La otra noche estaba llegando a casa más o menos a las doce, doce y poco, cuando, antes de doblar la última esquina, la reconocí a mi madre caminando en sentido opuesto al mío. Sin que (yo) tuviera tiempo para sorprenderme, (ella) estaba a una distancia lo suficientemente breve como para que (yo) pudiera oír toda su descarga: que dónde había estado, que estaba muy preocupada, que no sabía qué hacer, si ir a la comisaría, a una guardia, que si me pasó algo, que si me caí…
Sólo recuerdo una frase más, pero apostaría a que hubo varias, cuya recepción anulé. Dijo esa frase extra cuando ya habíamos doblado la esquina, y su estado y la distancia entre ese punto y el del encuentro dejan margen para que haya habido otras. “Con lo que está pasando”, agregó entonces, y tuve ganas de preguntarle qué pasaba.
Ella pensó que yo había ido a correr alrededor de la plaza. No me lo dijo, pero seguro que fue así. Tengo que decirlo en su descargo. Y habrá comenzado a preocuparse cuando pasaron más de los cuarenta y cinco o cincuenta minutos que suelo tardar. Y por eso también lo de “si me caí”, por ejemplo.
Igual, antes de salir le pregunté si el jean recortado y remendado estaba limpio, y podría haberse dado cuenta –en ese momento o al recordarlo– de que no iba a correr porque no me pongo nada limpio cuando voy a correr. Es más: a veces elijo algo de la pila de ropa para lavar. Y si voy poco después de levantarme, como ahora, dentro de unos minutos, voy sin haberme puesto desodorante.
Una vez en casa, no se habló más del tema, y la única señal de que algo había pasado fue el papel bien grande que encontré sobre la mesa del living, en el que, con letra igualmente grande, me pedía que la llamara al celular si llegaba.
Un par de noches después sí fui a correr. Fue un día que ella había viajado. Y desde que cerré la puerta del departamento me acometió una zozobra a la que llamo así y no “miedo” sólo porque una canción que me gusta mucho usa esa palabra. Una cosquilleante sensación de inquietud que podía explicar-me solo parcialmente. ¿Y si pierdo las llaves y tengo que tocarle el timbre al vecino y despertarlo a las doce de la noche chorreando sudor? ¿Y si me caigo, me tropiezo, me lastimo? ¿Y si tengo un problema de salud que me suma en una dependencia física importante, aunque sea transitoria, y tengo que llamar a alguien, y noséaquién (si esta molestia en el vientre pasa a mayores)? ¿Y si se me dispara la taquicardia y descontrolo, justo ahora que ese agite está tan vigente?
Esos son temores concretos. Más o menos infundados, pero identificables. Son cosas que pueden pasar, y si ocurren serán un garrón de diverso tamaño. Pero mi aprensión no se limitaba a ellos: había algo más, indescifrable, que sumaba a la irritación otra, debida a no poder identificar su fuente.
No sé en qué vuelta de las cuatro o cinco que di me vino a la memoria aquella tarde de hace muchos años, cuando yo era una dolescente que trataba de romper el sitio de mis demonios, para lo cual me había propuesto ir a un lugar relativamente lejano y totalmente desconocido (salvo por la Filcar), y encontrarme con unas personas cuyo programa de radio escuchaba en una época. Estaba en el hall de entrada, a dos metros de la puerta, cuando ella se rescató de que iba a salir y empezó a preguntarme un tanto desaforada “¡¿a dónde vas, pero a dónde vas?!”…
Ahora que se reagrupan, y me hacen bajarme de un colectivo; que me desasosiegan en cada lugar cerrado, en cada lugar del que unx no puede irse cuando quiere, al menos no sin ser notorix y casi ridículx; ahora que parece que vuelvo a tener que pelear en primer plano contra ellos para no retroceder más años ni más casilleros, la circularidad de esta vida se me aparece nítida en la penumbra de la plaza semiabandonada y me recuerda que nada de esto que soy es casual.
Y no sé si me da algo de fuerza para enfrentarlos o si me desanima aún más.

2 comentarios:

pasivo-agresiva dijo...

debe haber muchos temas con la parabra miedo, pero me vino a la mente "miedo" de M-clan... que nada tiene que ver con esto, pero ya que estamos...

las madres se niegan a jubilarse... es más, son como trabajadores empedernidos en resaltar sus funciones, como para que no los echen...

O. dijo...

la canción en cuestión no usa la palabra "zozobra", como recordaba (mal), sino "zozobrando".


http://www.youtube.com/watch?v=PG3v_lHXbTE&playnext=1&list=PL436BD99BC30182B3

Y otra versión, de yapa, para que me estruje la nostalgia el pecho:
http://www.youtube.com/watch?v=glgmq6kcNmA

Hay algunas madres que hacen horas extras (años extras, yo diría).

Y lo peor es que su trabajo tiene efecto residual....