viernes, 19 de julio de 2013

Piel marcada

Como parece haberse cumplido la profecía aquella de que ya nadie va a escuchar tu remera, inconscientemente dejé de decir, como decía en ocasiones, “me voy a hacer una remera que diga [tal cosa]” y comencé a decir “me voy a hacer un tatuaje que diga [tal cosa]”. Esa cosa variaba según la conversación que estuviera manteniendo y aquello que necesitara manifestar con semejante elocuencia.
De tanto repetir la frase –que a veces me sale automática, sin que haya pensado decirla–, la idea de tatuarme fue tomando cuerpo y pasó a ser algo a considerar seriamente. Seguro que no me iba a tatuar la cara, como digo a veces, completando la frase del comienzo. “Me voy a hacer un tatuaje en la frente que diga [tal cosa]”, repetí varias veces, las suficientes como para no poder recordar algo dicho con ese nivel de exageración y de liviandad. Está claro que era solo un modo de decir, que nadie –salvo el hijo de Lebón– se tatúa la cara. Bueno, Mike Tyson también. Pero yo no.
¿Y si me hago un tatuaje en serio? ¿Y si me tatúo el nombre de este blog, que tanto dice de mí? O la tapa de ese disco insuperable que se editó hace 25 años… En vez de la cara, el antebrazo izquierdo podría ser un lugar apropiado. Incluso lo imaginé con las letras al revés, para que las lea quien esté frente a mí.
Una noche hice una prueba: agarré un marcador y me escribí cuatro letras en el antebrazo. N S L G. O D I O. P Q T P. C A B J. No importa cuáles. Y ver esos signos en mi piel me generó una sensación parecida al terror. Tanto que rápidamente fui al baño, agarré el jabón y le di con fuerza hasta que la tinta desapareció casi por completo.
No llegué a pensar en cómo quedaría, en si los poros pixelan el contorno, como me pareció ver alguna vez, o si los bordes quedan perfectamente delineados, como hechos con una impresora; en si el resultado depende de la mano del tatuador, de la calidad de la tinta, del color, de la aguja, de la piel…
Ni siquiera pensé en la indelebilidad. Fue una reacción primal, como cuando estoy durmiendo y me ahogo, y, al despertarme casi sin oxígeno, salto de la cama con el sonido horrendo del aire atascándose en mi garganta y, sin decidirlo, no puedo parar de moverme hasta que logro respirar más o menos normalmente. Y no importa si vengo de una serie de días de mal descanso, que cada vez me pegan más cerca de lo que entiendo por depresión. Es un instinto vital que todavía no perdí. De ese estilo fue la forma desesperada en que reaccioné al ver esas letras, como si hubiera flasheado que esos signos iban de algún modo a determinar, o a convocar, lo que nombraban, en vez de –como era la intención– reflejar esta mitad de vida que (se) (me) pasó.
Después pensaba en que las marcas ya las tengo. Las marcas de una enfermedad que tuve y que siguen en mi piel, atenuándose muy lentamente (y suerte que no me puedo ver la espalda, porque creo que allí permanecen como si esa enfermedad hubiese ocurrido hace tres meses). Y las otras, las que ven todos a menudo, y muy fácilmente, y hacen que sigan su camino sin detenerse.
Pensaba en eso y pensaba en que, más que marcarme, necesito desmarcarme, salirme de este lugar, de esta dinámica, de mí mismx, de todo esto. Olvidarme, dejarlo atrás, y no tener que verlo día tras día. Como con los ataques de pánico, tener en una neurona lejana el dato de que existieron, pero no pensar en ellos –o tener que ver un recordatorio de ellos– días.
La diferencia es que todo esto no pasó, y la lamentable primera mitad de mi vida empieza a invadir la segunda. Y a veces el pánico amenaza con volver.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vi este tema
(ahora los temas ya no se escuchan, se ven)
https://www.youtube.com/watch?v=7KCt0QpXgTI
y me acordé de este blog

o. dijo...

Si bien esa unanimidad del rechazo, como todas las unanimidades del rechazo, es una mierda, al menos lo llaman para decirle que la relación no va más.
A mí no me pasa eso. Más bien, la gente simplemente desaparece y todas mis cartas, llamados, mails quedan sin respuesta, y se van espaciando, cada vez más, hasta que desaparecen -para evitarme la sensación horrenda de estar haciendo el ridículo-.

En realidad, no sé qué es peor, si que te avisen o que no te avisen.

Podría escribir un post sobre eso...