jueves, 18 de diciembre de 2008

Congreso, domingo a la tarde

Seguro que por Callao hay menos gente, pero lo que más resalta es que caminan más despacio. Pueden ser turistas extranjeros o suburbanos, es lo mismo.
Cruzando Rivadavia el paisaje cambia, la mugre aumenta y hiede enardecida por el sol; el target de los negocios es otro, y están cerrados.
De un lado o del otro, el 12 y el 60 ayudan a llenar la calzada. Una cuadra y media para adentro, en cambio, hay una quietud que al principio parece de barrio, con veredas desiertas y persianas bajas.
Pero al toque se percibe un vacío en el aire, y tengo que estar bien afirmado para que no se me dispare una sensación incómoda, de abandono masivo, como si la gente se hubiera evaporado. Con un chorro más de adrenalina es un ataque de pánico.
No pasa ni un taxi. Y hasta los prostíbulos están cerrados.

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