domingo, 31 de octubre de 2010

Un supermercado en el orto

Siempre impune, el muchas veces autodenominado “vendedor de putas” Jacobo Winograd aparece en la tele y, con su proverbial exaltación, pide que a otro personaje de esa laya le hagan “primero, una rinoscopía de la nariz, y, después, ¡una rinoscopía del ano!”. En la siguiente barrida de zapping lo veo diciendo que su interlocutor se metió un pepino en el ano (sic) y que tuvieron que operarlo en el Garrahan (sic) para quitárselo.
Parece que la práctica de meterse cosas en el orto es bastante habitual. Hace poco se hizo conocido un caso porque los médicos y/o los enfermeros, como una gracia del mismo tenor que los comentarios que hacían en el quirófano, filmaron y subieron a Internet la operación en que le sacaban a un tipo la botella de gaseosa que se le había ido para adentro toda entera. Y unos días después, aunque sin tanta repercusión, se difundió en algunos medios que otros profesionales de la salud, en otra ciudad, habían hecho algo similar: esa vez el paciente se había colado un zuquini.
A raíz de estos hechos, y quizá antes, en algún programa televisivo de los que pueden tratar temas así, se entrevistaba a médicos que comentaban la relativa frecuencia con que ocurre que se les pierdan cosas en el upite a las personas. Hasta hablaban de casos que incluían un frasco de Axe…
La verdad es que debe de ser muy espantoso que te pase eso. (Tratá de imaginártelo por un instante). Porque una sesión de placer termina horrendamente, porque te tienen que operar, porque otros se enteran de tu intimidad, porque quedás expuesto a la burla humillante, y, encima, mientras estás anestesiado; porque después vas a tener que explicar la cicatriz… No sabría qué orden asignarles, y seguro que hay más razones, que no se me ocurren, para desear que no suceda.
Entonces, gente, en orden a evitar situaciones de esta desgraciada índole, ¡denle bola a los que inventaron el consolador con base! O con hilito, como los tampones (pero ¡que no se corte cuando tirás!). Y si les da vergüenza ir al sex-shop, la que queda es elegir bien las hortalizas. Ir al súper puede convertirse de este modo en una salida erótica de la pareja: detenerse en la verdulería para elegir el pepino o la zanahoria, o flasharla si hay calabazas baby. El grosor lo manejará cada uno, pero el largo… bien largos, así te asegurás de que no entran por completo.
Incluso se puede desarrollar la imaginación descubriendo usos alternativos para productos de otros sectores: pasás por perfumería, por ferretería, por fiambrería, por librería, y se te pueden ir ocurriendo nuevas ideas… (Y, ¡caramba!, ¿por qué no se venden algunos productos de sex-shop en los supermercados? Si se venden forros, ¿por qué no un vibrador? ¿Eh?).
A falta de experiencia en el tema, es el sentido común el que me hace recomendar sacar las hortalizas de la heladera con anticipación. Pero recuerdo que hay gente que usa cubitos de hielo en sus juegos eróticos, y entonces dudo. Lo que sí diría es que hay que usar forro. Es más sencillo que lavar la hortaliza con cepillo, como debe hacerse con el apio antes de preparar la ensalada.

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