jueves, 7 de abril de 2011

Bombitas

En cumplimiento de lo prescripto por una ley de la Nación, el 31 de mayo próximo entrará en vigor la prohibición de fabricar, comercializar e importar lámparas incandescentes de uso residencial en todo el territorio argentino. La medida fue promovida por la organización Greenpeace y encontró receptividad en el gobierno nacional, acuciado por el crónico déficit energético que no ha podido superar en casi ocho años de gestión. El Poder Ejecutivo envió el proyecto de ley al Congreso, y este lo aprobó en diciembre pasado.
El fundamento que esgrimen los impulsores de la ley, y que hacen suyo quienes la llevaron al código, con esa facilidad que tienen para mimetizarse con el discurso bienpensante cuando les conviene, es que “se trata de una gran medida de eficiencia energética que permitirá a todos los argentinos ahorrar y darle a la energía un uso más responsable”.
Su argumentación incurre en falacias tales como decir que la ley “permitirá a todos los argentinos” el ahorro y el uso más responsable de la energía. No “permitirá”: obligará. Y no a todos, sino a los que tenemos luz eléctrica.
Si buscan ahorrar energía, o propiciar lo que consideran un uso “responsable”, ¿por qué no limitan la venta de aires acondicionados? ¿Por qué no les ponen un chip que impida su funcionamiento si hace 20 ó 25 grados? No, claro, el aire acondicionado es el símbolo del crecimiento económico de estos años K, es la clase mierda llevando a acto la potencia consumista que la signa. Con el aire no nos metamos. Mejor con la luz. Quedamos como ecologistas y todo…
Una falacia más, a cargo del gilito de Grin pis: “La iluminación residencial en nuestro país logrará ser más eficiente y amable con el entorno”. ¡Ey! El entorno también soy yo, y esa luz no es amable conmigo. ¿Por qué no tratan de leer ustedes con luz de bajo consumo? ¿O son una raza evolucionada que ya desarrolló una adaptación genética a la luz fría?
Los agitadores ambientalistas (y, de paso, lxs hipóteticxs lectorxs de este blog), ¿por qué no cuentan la cantidad de enchufes que tienen en su casa? ¿Por qué no se fijan cuántos cientos de watts consumen todos los aparatos que allí enchufan antes de quitarme mi bombita de 60? ¿Eh? Hijos de puta, me hablan de que ahorre: ¡gasto 15 mangos de luz por bimestre, las conchas de sus madres! Y quiero gastarlos como me gusta, con la luz que me gusta.
Lo cierto es que a partir de ese día, o del día en que se queme la última bombita, estaremos obligados a iluminar nuestras casas con esas horrendas lámparas de bajo consumo, con esa luz blanquísima y lúgubre que es incómoda hasta en lugares públicos. Entonces, a mi propia condición mortecina deberé sumar unas luces más mortecinas aún, como las que tiene el vecino de arriba. Las conozco de verlas cuando salgo al patio y me doy vuelta, y veo toda su casa alumbrada con ese tono hospitalario; de padecerlas cuando voy a la casa de mi viejo y debo acercarme a la ventana o ponerme justo debajo de la lámpara para ver el dato que quiero en un libro.
Esta medida es una inadmisible intromisión (estatal) en la intimidad de las personas. Es como que te prohíban fumar en tu casa. La mismísima Constitución ampara el derecho de fumar, incluso faso, en tu casa; pero parece que no el de iluminarte con la luz que tenés ganas.
Y me hace acordar a los que están preocupados por la escasez del agua como recurso diciendo que hay que ducharse rápido, en menos de cinco minutos, para ahorrar o que no hay que dejar el agua corriendo cuando uno se lava los dientes. ¡Cuchame, sorete! ¿Por qué antes mejor no te ocupás de todos los tipos que tienen una pileta en la casa, o un hidromasaje? ¿Eh? O de los que lavan el auto… ¿Qué me querés privar del poco placer de una (dos, tres, las que pinten: me baño mucho yo :p) ducha durante todo el tiempo que dé agua caliente el termotanque? ---> que bastante poco dura, encima.
Además, se recomienda el uso de estas lamparitas en ámbitos que requieran luz artificial por mucho tiempo continuo. No en lugares como un baño, por ejemplo, donde uno entra y sale más o menos rápido, puesto que encenderlas y apagarlas repetidamente disminuye su vida útil. Es cierto que quedan fuera de la prohibición “las lámparas incandescentes cuya potencia sea igual o menor a veinticinco vatios”, pero es evidente su incapacidad de alumbrar de manera correcta un espacio como un baño, donde la buena iluminación es especialmente importante ya que va de la mano con la higiene.
En nada de eso parecen haber pensado los inspiradores de esta medida, ni en alertar sobre el material altamente contaminante (mercurio) que contienen las lámparas de bajo consumo. Tampoco lo ha pensado el gobierno, pero eso es más esperable habida cuenta de que fue durante esta misma gestión que, por la “inexistente” crisis energética, se cambió el huso horario y se apretó a las provincias para que acataran la medida y no dejaran al país con dos husos distintos porque eso genera una sensación de desgobierno, como ocurrió en la época de De la Rúa, que medio país tenía una hora y la otra mitad, una hora más.
Sin embargo, una vez pasado el momento de la decisión y el del apriete para ratificar el poder, notaron que mucha gente cenaba a las diez de la tarde y dieron marcha atrás, y el año siguiente no hubo cambio de hora. Tal vez suceda algo similar con este asunto, y luego de un tiempo se rescaten de la improvisación y podamos seguir iluminándonos como queremos.
Esperando que algo así ocurra, y también para estirar todo el tiempo posible el de la iluminación que prefiero, voy a ir al súper y voy a hacer stock. Voy a aprovechar esas promociones “lleve tres, pague dos” o algo así y me voy a comprar unas cuantas bombitas de 60, opacas, con forma de hongo, así también me sirven para el velador.
Y voy a tratar de contener el odio que me dan las arbitrariedades apabullantes como esta, que me hacen desear tener una pila en la mano para tirarla a un lago de agua pura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sos la Samuel Tesler del mundo blog.
Un placer.