domingo, 23 de octubre de 2011

Había otro mosquito

Anoche me despertó dos veces un mosquito rondando mi oído. Y el pájaro psicótico con su canto agudo y repetitivo me despertó tres veces más. El tipo que pasó con los parlantes del auto a full a las cuatro de la mañana me despertó esa única vez. Y no sé cuántas veces me despertaron los vecinos de arriba, que se levantaron como se levantan los sábados, a las ocho de la mañana, y hablaron en el balcón –a tres metros de mi cabeza–, donde arrastraron y golpearon el ténder, mientras sus niños corrían por el departamento desde esa hora y hasta cerca del mediodía…
Hoy otra vez me despertó un mosquito. En realidad, no sé si fue el mosquito o el incansable ulular de la alarma de un auto, que siguió sonando por más de un hora sin que el dueño del coche interviniera.
La cosa es que cuando me despierto, noto la existencia del mosquito, y su insistente cercanía, y finalmente se me activa la parte del cerebro que se relaciona con la vigilia y la acción. Prendo la luz, me pongo los anteojos y me dispongo a ver si lo veo. Y lo veo de inmediato, una pequeña mancha oscura que se me mueve sobre el fondo blanco gastado de la pared y de las sábanas. Tiro el manotazo con mi mano inhábil y, en el mismo segundo, creo que lo atrapé y llevo el puño contra la almohada, donde abro la mano para aplastarlo.
Veo su cadáver y me siento muy grosa: ¡en cinco segundos resolví el problema! ¡Yeeeeeeeeeees! Todas las cosas tendrían que ser así, todas las cosas tendrían que salirme así. Unas cuantas, al menos… Y te juro que sería otra.
Aprovecho la despertada para hacer pis, vuelvo a la cama, apago la luz, me acuesto… Antes de dormirme, vuelvo a escuchar un zumbido sobre el interminable sonido de la alarma. Si matar al mosquito de esa forma me subió el ánimo equis medidas, oírlo me lo bajó el doble.
No puedo creer que no lo haya matado bien muerto. Tendría que haberlo descuartizado cuando lo vi estampado contra la almohada. Prendo la luz, me vuelvo a poner los anteojos, miro dónde había abierto el puño con el mosquito adentro, y allí está el cadáver. Indudablemente muerto. No moribundo y aleteando, no agonizante y zumbando. Muerto.
Es decir que hay otro mosquito. Me fijo en las paredes, y no lo encuentro. Tampoco en el techo. Sacudo la almohada para que el aire desplazado violentamente lo haga moverse, y así poder verlo, pero eso no ocurre… Pronto me gana la derrota: apago la luz otra vez, trato de taparme bien y procuro reconciliar el sueño.
En una de las despertadas siguientes, producto del pájaro, de los vecinos, de mi vejiga o de mis sueños chotos e intensos, noto que me pica el borde de la oreja derecha. Me sorprendo, hasta que me doy cuenta de que el mosquito me picó allí, en el único lugar que tenía destapado, en el único lugar que no podía taparme por la posición incómoda en la que debo dormir para que no se me salgan los tapones de los oídos.
No hay que ponerse contento antes de tiempo, pienso. No hay que ponerse contento, en general. No hay nada que lo valga, nada lo suficientemente completo y duradero. Nada que yo conozca.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hay algo mas rompehuevos que la vocacion artistica que demuestra el mosquito con el puntillismo en nuestros homoplatos? me rompe soberanamente que me usen de lienzo cuando duermo destapado... pero bueno, existe el raid tambien

Olga Eter dijo...

Pero si echo Raid en mi habitación, termino envenenándome yo más que él...
De hecho, respecto de eso, me molesta incluso poner Fuyi Vape, porque no quiero respirar veneno. Pero a veces no queda otra.

Y a veces, ni siquiera alcanza con taparse:
http://nosoportoalagente.blogspot.com/2008/02/no-me-moleste-mosquito.html

Anónimo dijo...

No te hagas problema, vas a sobrevivir. Y si probas con una de estas lamparas UV que atraen al mosquito y lo electrocutan? Como las que tienen los restaurantes.