viernes, 19 de julio de 2013

Una generación que se crió en el dolor

A un año del espanto de Once, el exfuncionario de Grosso y de Telerman, exjefe de campaña de Macri y exsecretario de Transportes kirchnerista, Juan Pablo Schiavi, decidió reaparecer en los medios con una entrevista que dio a la radio Vorterix.
Esta lacra, que se fue entre aplausos pedidos por el ministro De Vido –y brindados por los obedientes aplaudidores ocupantes de sillas en actos oficiales–, dijo una sarta de previsibles pelotudeces, ruido que no merece análisis porque con la enumeración basta: que el Sarmiento tiene un problema crónico;  que no abre juicio sobre los familiares de las víctimas “porque están en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda de la justicia”; que tiene un amigo judío, ah, no, que el hijo viaja con frecuencia en ese tren; que no aún tiene claro qué fue lo que sucedió, que “las pericias se hicieron, y el tren tenía oxígeno”, que “los frenos de la locomotora funcionaban”… (pasó un año y no aprendió que los trenes eléctricos no tienen locomotora. Bueno, el eficiente Randazzo tampoco lo sabe).
No voy a detenerme en sus palabras, que mañana pueden ser otras, según le convenga, como demostró en sus intentos de responsabilizar al conductor, que pasó de tener una foja de servicios buenísima a distraído, borracho o epiléptico. Ni voy a extenderme recordando la pantomima patológica de la presidente que no especula con la muerte mostrando por cadena nacional, como un trofeo, a una militante que viajaba en el tren, que sobrevivió y que, en el momento de ser convocada al estrado, tenía puesta la remera de la agrupación K en la que milita…
Lo que quiero resaltar, porque me molesta más que todo eso, es la justificación que intenta Schiavi apelando a un presunto dolor propio: “Yo comparto el dolor, todos los dolores son distintos, no contesto nunca a los familiares, aunque han dicho cosas que me han dolido mucho. Soy parte de una generación que se crió en el dolor y entiendo lo que puede ser”.
Doy por sentado que sus palabras aluden a la violencia política de los años 70. Y, la verdad, me parece agotada la referencia a esos tiempos y a esos hechos. Me parece una estampita insufrible, miserable y enferma. En especial por todxs los que han lucrado con ella, por todxs los que se subieron a una historia de la que ni siquiera participaron sólo para aprovechar sus beneficios y porque ya fue, porque no se pueden justificar acciones públicas con el dolor (si no, mirá a los familiares de Cromañón), menos aún cuando pasaron más de 35 años.
Y sobre todo porque es una forma asquerosa de negar todo el dolor posterior, todos los dolores posteriores, de los cuales podrían anoticiarse, él y quienes transformaron aquel dolor en una pyme, simplemente levantando la vista y saliendo del ensimismamiento sectario que arrastran por décadas: Once, Cromañón (y Kheyvis), las bombas en la embajada israelí y en la AMIA, las inundaciones en Santa Fe y en La Plata, los accidentes aéreos (Sol, Austral, Lapa), el dolor inconmensurable que gotea en cada muerte debida a lo que se llama “inseguridad”, el dolor aún más oculto de cada muerte por hambre, por abortos mal hechos o por enfermedades curables…
¡Esta generación es una generación signada por el dolor, la concha tuya! Mirá toda la gente que pide justicia porque le explotó la vida con una tragedia, hijo de… Schiavi, mirá las remeras, los carteles hechos a mano, mirá las caras de esa gente, mirá esas marchas espontáneas, sin aparato y casi sin repercusión, y sin la continuidad propia de la militancia o el negocio.
Pero no, el único dolor producido desde el Estado es el que ocurrió hace ¡35! años. Los demás no existen en la mirada de estos soretes, tal vez porque estas víctimas no formaban parte de una vanguardia iluminada y armada dispuesta a matar (o morir) en nombre de sus altos ideales: apenas iban a trabajar, a divertirse, a guardar el auto en el garaje…
Igual, es una fucking mentira todo lo que dice este tipo. Si conociese el dolor, le importaría –salvo que fuera un psicópata–, y habría hecho algo para evitarlo desde su poderoso lugar en la función pública. Y, sobre todo, podría haberlo expresado con palabras propias, y no dar sus condolencias, como hizo, repitiendo lo que dijo el alcalde de Los Angeles a raíz de un accidente que ocurrió en esa ciudad estadounidense.
Bueno, para chequear un dato veo de nuevo el video de su conferencia de prensa, veo su relación con el sufrimiento ajeno, su culpabilización de las víctimas, su impasibilidad, y no descarto que sea un psicópata.

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